¿Quienes fueron los verdaderos constructores de los Pozos del Rubicón?
Hacia algún tiempo que estaba muy alejado de la historia real de mi isla de Lanzarote a pesar de leer y ver las malas intenciones de algunos periodistas y políticos avaladas por aquellos que dicen ser técnico y profesionales de la historia y arqueología.¡Por dinero baila hasta el perro!.
Eustaquio Villalba, geógrafo, afirmo que "los estudios sobre la época aborigen deben romper con la dinámica de las últimas décadas, en que las distintas líneas de investigación se ignoran, en el mejor de los casos, o se descalifican". "Al estudiar el pozo de San Marcial de Rubicón, en Lanzarote, es preciso que se argumente por qué están equivocados quienes atribuyen a púnicos y romanos su construcción, en lugar de afirmar, sin datos ni argumentos, su origen normando".
Canarias es el único de los archipiélagos de la región de La Macaronesia que estaba habitado antes de la llegada de los conquistadores a finales de la Baja Edad Media. Desde ese momento el cómo, cuándo y de dónde procedían se convirtió en el principal enigma que planteaba la existencia de las sociedades aborígenes canarias y que, todavía, no se ha resuelto de manera indubitada. Los estudios actuales sobre el pasado de los primeros habitantes de las islas dejan al lector con la impresión de que estos discurren por líneas paralelas que se ignoran la una de la otra.
Mientras que el cómo llegaron a las islas los nativos sigue siendo un misterio, pues las sociedades insulares que encontraron los europeos desconocían la navegación, el cuándo es objeto de polémica entre distintos investigadores del pasado de las islas, aunque sí hay cierta unanimidad en cuanto a su origen africano porque basto de que un primero dijera que eran de origen africano para que el resto repitieran lo mismo como loritos.
Una visión radicalmente opuesta es la que otro grupo de arqueólogos plantean desde mediados de la década de los ochenta del pasado siglo. Estos sostienen que la presencia de humanos en las islas es muy anterior y que además aportan pruebas arqueológicas de la presencia de púnicos y romanos en el archipiélago. En concreto Pablo Atoche, catedrático de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, excavando en un yacimiento en Lanzarote, El Bebedero, encontró y dató restos que demostraban la presencia romana en esta isla. Sus descubrimientos fueron, en el mejor de los casos ignorados y, en el peor, tachados de falsos o que no se había dado cuenta que la estratigrafía estaba invertida, es decir que este investigador ignoraba las nociones más elementales de la ciencia arqueológica.
Un descubrimiento fortuito da lugar a un cambio drástico que dejó en evidencia a los que, hasta última hora negaban la presencia de los romanos en las islas. En el islote de Lobos se encontraron los restos de una factoría de explotación de la púrpura de los moluscos. Cuando todavía no se habían publicado el resultado de las excavaciones, la otra escuela primero negó la evidencia atribuyendo los restos cerámicos a los normandos del siglo XV, más tarde minimizaron su importancia. Pero, cuando la doctora y catedrática de la ULL Mª del Carmen del Arco y su equipo publicaron sus resultados y expusieron los restos encontrados ya no hubo posibilidad de negar la presencia romana en el archipiélago.
Al sur de Lanzarote se encuentra el estrecho que la separa de la vecina isla de Fuerteventura. Es un brazo de mar de poco más de 12 kilómetros de ancho y de poca profundidad. A dos kilómetros de Fuerteventura se sitúa la pequeña isla de Lobos. Todo este entorno se caracteriza por su aridez que solo permite prosperar el matorral xerófilo con especies propias del ámbito macaronésico, a lo que se suma una intensa insolación y relieves bajos que no permiten la acumulación de aguas superficiales ni grandes acuíferos subterráneos. En este entorno, destaca la existencia en la zona conocida históricamente como El Rubicón, de unos pozos de los que hay muy poca documentación historiográfica ni referencias directas a su construcción.
Fue en 1862 cuando el párroco de Yaiza se los atribuyó a los normandos. Pero no se llevó a cabo una investigación rigurosa de los pozos y de los restos arqueológicos hasta los años sesenta cuando los hermanos Serra hicieron las primeras excavaciones. Posteriormente los profesores de la universidad de La Laguna E. Aznar y A. Tejera continuaron sus trabajos y, al igual que los anteriores investigadores, dedujeron que fueron los conquistadores los constructores de los pozos ubicados en El Rubicón.
En 1999, en las VIII Jornadas sobre Lanzarote y Fuerteventura un grupo de investigadores publican un artículo titulado “Pozos de Factura Antigua en Rubicón (Lanzarote)”. En este trabajo argumentan que estos pozos son de factura púnica, el de la Cruz, y el otro romana, el denominado San Marcial. Argumentan que “El “País del Rubicón” no parece el lugar más adecuado para erigir un asentamiento estable, o para asegurar el sustento mínimo de sus pobladores, puesto que la pobreza de sus suelos la elevada insolación y la escasez de agua, se añade su lejanía de los principales núcleos habitacionales aborígenes y de las buenas tierra de labor productoras de grano.”
La crónica Le Canarien, de los clérigos Pierre Boutier y Jean Le Verrier, que formaron parte de la expedición normanda en 1402, cuenta que, una vez que los conquistadores llegaron a un acuerdo con los diezmados aborígenes, se trasladaron en el mes julio al sur de Lanzarote donde iniciaron la construcción de un castillo y una iglesia en honor a San Marcial, pero no dicen nada de la construcción de los pozos. La razón es evidente: los pozos ya existían. Nadie puede asentarse en un lugar que carece de agua. Es algo es llamativo que no la mencionan al ser una necesidad perentoria en esta área, como evidencia el episodio de Gadifer en la isla de Lobos.
En la crónica francesa hay continuas alusiones al agua. Así, cuando se “adentraron en la isla (Fuerteventura) todo lo que pudieron hasta una montaña en la que hay un manantial de aguas vivas, que está a seis leguas de la isla de Lobos.” Además desde los primeros momentos hablan del castillo del Rubicón, lo que indica que fue lo primero que construyeron, pero ¿cómo pudieron hacerlo si no tenían agua?
Cuando la crónica habla de la escasez de vituallas en el castillo del Rubicón debido a la traición de Bertín a Gadifer, el inventario habla de vino, de cofres con todas las cosas que contenían, ballestas, doscientas cuerdas de arco, bramante, pero el agua ni la mencionan. Es más, cuando relatan las penurias que sufrieron por la falta de abastecimientos debido sus conflictos internos, dice: “Por todos estos hechos hemos padecido gran penuria y falta de víveres, pues aproximadamente desde la navidad de 1402 hasta el pasado día de San Juan Bautista de 1403 no comimos pan ni bebimos vino y hemos vivido de carne tanto en tiempo permitido como en cuaresma, porque la necesidad no tiene ley”.
¿Cómo es posible que construyeran estos pozos, y con soluciones arquitectónicas diferentes, en tan poco tiempo? Otro interrogante de difícil respuesta es cómo sabían los normandos que existía una circulación de aguas subálveas y la técnica para captarla? No se puede aludir que les enseñaron los aborígenes pues ellos no tenían esta forma de captación; los eres y, como algunos investigadores aducen, es una tecnología totalmente diferente a la empleada en los pozos.
Atoche. relacionan los dos pozos, el San Luis y el de San Marcial, con construcciones similares en el norte de África. También argumentan que la zona donde se ubican los pozos no es el mejor fondeadero, pues mejores condiciones ofrece el de Playa Blanca. Tampoco les parece justificado construir un castillo como base para la conquista de Fuerteventura pues, como se aprecia en la crónica normanda, no les hacía falta ni tuvieron necesidad de hacer construcciones similares en esta isla.
Otro aspecto interesante que señalan es que los pozos de la Cruz y de San Marcial, aunque de formas parecidas, se diferencian porque el primero recurre a una falsa bóveda, lo que limitó su tamaño, mientras que el de San Marcial utiliza para la galería de acceso una bóveda de cañón. De lo cual deducen, y con razón, que no resulta lógico que el mismo cantero recurra a técnicas distintas para resolver un mismo problema, máxime cuando resolver el abastecimiento de agua era urgente y prioritario.
En el pozo de La Cruz destaca en el dintel un grabado que estos autores identifican con la diosa fenicia Tanit, mientras que los otros investigadores lo interpretan como la ”firma” del cantero que los hizo. En los bloques circundantes se pueden ver grabados de podomorfos y varios motivos lineales que se consideran por su temática, morfología y técnicas de realización, como obra aborigen. A falta de excavaciones que aporten datos más precisos, los argumentos de estos investigadores son sólidos y aportan una visión inédita de estas construcciones al descartar su origen normando. Sobre estos grabados A. Tejera y E. Aznar dicen que: “Creemos que estos grabados fueron hechos después de construido el pozo, como hemos dicho, por los majos que convivieron con los europeos.”
"Amaziges de Canarias". Se que usted como periodista se decanta por la escuela de arqueólogos que niegan la presencia fenicio-púnica y en su entrevista a la arqueóloga Verónica Alberto, esta niega la “higiene radiométrica” de las dataciones, aunque no alude a la estratigrafía de los yacimientos ni a los artefactos encontrados. Y añade: “Con los datos disponibles, el poblamiento estable de Lanzarote presenta su límite más antiguo en el intervalo que va desde el siglo 2 al año 240”.
Este trabajo cuestiona la conjetura, (así denomina el trabajo de investigación de Pablo Atoche y su equipo) muy minoritaria, de que a Lanzarote arribaron poblaciones fenicias durante el primer milenio antes de la era. Curiosamente los trabajos de Pablo Atoche y sus colaboradores no están citados. Usted D.Luis Socorro no se hace eco de sus datos y se limita a decir que rehusó participar en su reportaje. Los pozos del Rubicón, supongo que él da por supuesto que son normandos, no aparecen en su trabajo.
Los autores de este artículo son una muestra fiel de lo que ocurre con los estudios arqueológicos en Canarias, de cómo unos investigadores no tienen en cuenta lo que hacen los otros. Aunque citan en la bibliografía el trabajo de Atoche., no se molestan en discutir ni recoger sus argumentos, simplemente los ignoran, algo totalmente contrario a los principios que debe regir cualquier investigación científica. Otro detalle llamativo de este trabajo es que se limita a analizar las técnicas constructivas de uno de los pozos, el de San Marcial, mientras que los tres pozos restantes, especialmente el de La Cruz, están ausentes, algo que resulta inexplicable desde el punto de vista arqueológico.
El estudio de las técnicas que se utilizaron en el pozo de San Marcial no aporta nada para desvelar las incógnitas de esta construcción histórica. Atribuyen su construcción, de manera indubitada, a los normandos en el inicio del artículo pero en sus conclusiones reconocen que “al no disponer aún de elementos de datación objetivos para fechar los momentos de construcción, uso y abandono del pozo de San Marcial de Rubicón, las palabras que siguen deben considerarse conclusiones preliminares, sobre la base de una hipótesis pendiente de confirmación.”. Esta contradicción es inadmisible desde el punto de vista científico.
Dicen en sus conclusiones que cuentan con argumentos tipológicos y morfológicos que les permiten datar la construcción del pozo a comienzos del siglo XV. Pero su primer argumento es una tautología cuando afirman que el diseño del pozo responde a la necesidad de extraer abundante agua potable en poco tiempo. Lo extraño sería que se diseñe un pozo para captar poca agua.
Los normandos arribaron a Lanzarote en julio del año 1402, firmaron un pacto de amistad con el que llamaron rey de la isla y luego, según Le Canarien, empezaron a construir un castillo “que se llama Rubicón” donde dejaron parte de la compañía. ¿Cómo es posible que unos pocos hombres, la mayoría soldados profesionales, construyeran un castillo, una iglesia y varios pozos en un lugar donde no había agua y en tan breve lapso de tiempo? En buena lógica, lo primero que tenían que hacer es asegurarse el suministro de agua potable antes de emprender cualquier otra construcción. Sin embargo, la crónica no menciona en ningún momento cómo y cuándo hicieron unos pozos que, según los propios autores, no se encuentran, ni tienen parangón en el área mediterránea -y no digamos en lugar de procedencia de los conquistadores- lo que “le dota de una elevada singularidad”, pero son incapaces de sacar ninguna conclusión histórica de ello.
Es cierto que el cantero Jean de Masson acompañó a Bethencourt y que este le encomendó la construcción de varios edificios públicos y religiosos una vez sometida las islas de Lanzarote y Fuerteventura, pero no hay noticia alguna de que le encargara los pozos. Dicen que el edificio en cuestión es producto de una actividad constructiva perfectamente planificada y ejecutada por especialistas que “manifiesta una cierta voluntad estética que les permite atribuirle un valor simbólico más allá de lo funcional”. Palabras huecas que no contribuyen a resolver el problema histórico que plantean estos pozos.
Según se lee en el artículo sobre el pozo de San Marcial “las fábricas de la quinta unidad están trabadas con morteros de cal y arena” pero, como la cal no se extrae del medio, sino que hay que fabricarla en un horno, que además consume mucha madera como combustible, plantea nuevos problemas pues antes de hacer los pozos tuvieron que construir hornos de cal. La otra posibilidad que la trajeran en el barco es poco aceptable. No debió de ser poca la cantidad de cal necesaria, pues según los autores “la rosa cuenta con 20 cm de sección conformadas por dovelas de piedra calcarenita de alta calidad, cortada por canteros profesionales a partir de técnicas de mantea. Su puesta en obra se realizó sobre cimbra de madera, y las dovelas fueron trabadas entre sí con morteros de cal y arena.”
Otro problema que está ausente del estudio es la falta de explicación del origen de la madera que utilizaron para las cimbra y, también, como combustible para fabricar cal en un medio, que ya la crónica Le Canarien dice que carece de árboles. En el último párrafo de sus conclusiones afirman que esta hipótesis se ve reforzada por los hallazgos arqueológicos en el entorno del pozo y en otros puntos del yacimiento que son equivocadamente del siglo XV, pero esos hallazgos lo único que demuestran es que los normandos se estuvieron allí, pero no que construyeran los pozos.
Los estudios sobre el pasado de Canarias, y en concreto sobre la época aborigen, deben romper con la dinámica que les ha caracterizado en las últimas décadas. Es necesario, por el bien de la ciencia histórica, que las distintas líneas de investigación no se ignoren, en el mejor de los casos, o se descalifiquen. El estudio sobre el pozo de San Marcial es el perfecto ejemplo de investigadores que no tienen en cuenta el trabajo de los que sostienen una línea de investigación distinta a la suya: No es suficiente que lo incluyan en la bibliografía, lo correcto, desde el punto de vista científico, hubiese sido contestar con datos y argumentos por qué están equivocados al atribuir a púnicos y romanos su construcción, no afirmar, sin datos ni argumentos, su origen normando.
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