miércoles, 24 de junio de 2009

Origen de la Noche de San Juan

Las raíces de tan singular noche hay que buscarlas en las fiestas griegas dedicadas al dios Apolo. Se celebraban en el solsticio de verano, y se encendían grandes hogueras de carácter purificador. Los romanos, por su parte, dedicaron a Minerva, la diosa de la guerra, unas fiestas con fuegos, y tenían la costumbre de saltar tres veces sobre las llamas. Ya entonces se atribuían propiedades medicinales a las hierbas recogidas en aquellos días.
El cristianismo fue pródigo en sincretizar viejos cultos paganos. La explicación de porque se eligió a San Juan para conmemorar el solsticio es bien sencilla. San Lucas narra en su Evangelio que María, en los días siguientes a la Anunciación, fue a visitar a su prima Isabel cuando ésta se hallaba en el sexto mes de embarazo. Por lo tanto, fue fácil fijar la solemnidad del Bautista en el octavo mes de las calendas de junio, seis meses antes del nacimiento de Cristo.
Decálogo de la noche de San Juan
La noche y el amanecer, están dedicado a San Juan en un esfuerzo por cristianizar las numerosas fuerzas que se manifiestan en esta mágica jornada.
Todas las sociedades tradicionales de Europa ponen en marcha numerosos rituales de antiguo origen. Entre las tradiciones de la noche de San Juan, las más arraigadas se podrían resumir en este decálogo:
Primera: Las mujeres recogían de las fuentes la flor del agua con la esperanza de encontrar pareja, concebir hijos o hacerse con poderes curativos.
Segunda: Bañarse o pasear descalzo sobre el rocío asegura salud todo el año.
Tercera: Adornar con ramas de pino y fresno las puertas y ventanas protege la casa de los rayos.
Cuarta: Alfombrar los umbrales con hierbas y flores, conservarlas y tomarlas en infusión en caso de enfermedad.
Quinta: Hacer fogatas, donde se quemarán los malos recuerdos y se pedirán deseos para el año venidero.
Sexta: Llevar a los cultivos manojos de hierbas encendidas ahuyenta las plagas de las cosechas.
Séptima: Saltar sobre los fuegos evita las dolencias.
Octava: Plantar en la plaza el árbol de San Juan. Esta tradición se ha sustituido en muchos pueblos por la hoguera.
Novena: Coronarse con plantas.
Décima: Hay que lavarse las manos con agua de manantial para mantenerse joven y el cabello para conservarlo hermoso. Esa noche las aguas están benditas por el Bautista.

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