jueves, 18 de diciembre de 2025
La legalidad no equivale a legitimidad.
Legalidad no es sinónimo de justicia
Legalidad no es sinónimo de justicia
El hecho de que un impuesto haya sido aprobado por un gobierno conforme a un procedimiento legal no implica automáticamente que sea justo, legítimo ni socialmente aceptable. La legalidad es un requisito formal; la justicia es una exigencia material.
Desde un punto de vista jurídico-político, un sistema tributario sólo es legítimo cuando respeta principios básicos reconocidos en los Estados democráticos:
1. Principio de capacidad económica
Los impuestos deben gravar la riqueza real y disponible.
Cuando un tributo castiga el ahorro, la ayuda familiar o recursos ya sometidos a imposición previa, se rompe este principio y se entra en una fiscalidad confiscatoria.
2. Principio de proporcionalidad
La carga fiscal debe ser razonable y equilibrada.
Un impuesto que asfixia a familias, dificulta el acceso a la vivienda o impide el desarrollo económico deja de ser un instrumento de redistribución para convertirse en un obstáculo social.
3. Principio de finalidad social
La recaudación tiene sentido cuando se orienta al interés general.
Si los impuestos sirven principalmente para sostener estructuras políticas sobredimensionadas, duplicidades administrativas o gasto ineficiente, pierden su legitimidad moral.
4. Principio de seguridad jurídica
El ciudadano no puede vivir bajo la presunción permanente de fraude.
Un sistema fiscal que genera miedo, inseguridad y persecución desincentiva el ahorro, la inversión y la cohesión social.
Conclusión
Un impuesto puede ser legal y, aun así, profundamente injusto.
Puede cumplir la ley y, al mismo tiempo, dañar a la economía familiar, romper la solidaridad intergeneracional y erosionar la confianza entre el Estado y los ciudadanos.
Cuestionar impuestos abusivos no es insumisión ni irresponsabilidad.
Es una exigencia democrática legítima cuando la fiscalidad deja de servir al pueblo y comienza a perjudicarlo.
Un Estado fuerte no es el que más recauda,
sino el que recauda con justicia, gasta con responsabilidad y gobierna con respeto.
Plataforma Social Canaria
martes, 16 de diciembre de 2025
Premios CILDUN Certamen Insular de Lanzarote de Decoración Urbana Navideña
Certamen Insular de Lanzarote de Decoración Urbana Navideña
1. Presentación
Los Premios CILDUN (Certamen Insular de Lanzarote de Decoración Urbana Navideña) constituyen el reconocimiento más destacado de la isla en el ámbito de la Navidad, la decoración urbana y la programación festiva. Desde su creación en 2009, se han consolidado como un evento de referencia que impulsa la participación ciudadana, dinamiza la economía local y proyecta una imagen positiva y atractiva de Lanzarote.
Más allá de un concurso, los Premios CILDUN representan un proyecto cultural y social que pretende involucrar a municipios, comercios, empresas, colectivos y ciudadanía, convirtiendo la Navidad en una experiencia compartida y de alto impacto.
2. Importancia y alcance del certamen
Los Premios CILDUN destacan por su capacidad para lograr que empresas, organismos oficiales y vecinos:
Transformen las localidades de Lanzarote en espacios llenos de luz, creatividad e ilusión.
Participen conjuntamente en un proyecto común que une a vecinos, comerciantes, hosteleros e instituciones.
Potencien el comercio local y la actividad económica durante el periodo navideño.
Refuercen el orgullo local y el sentimiento de pertenencia.
Eleven el nivel artístico y organizativo de la programación navideña año tras año.
Se trata de un certamen con gran visibilidad pública y mediática, presente en calles, redes sociales, medios de comunicación y actos oficiales.
3. Qué reconocen los Premios CILDUN
Los Premios CILDUN valoran y premian:
La decoración urbana navideña de municipios y espacios públicos.
La implicación ciudadana en el embellecimiento de fachadas, balcones y calles.
El esfuerzo del comercio y la hostelería en la creación de escaparates y ambientes navideños.
La creatividad, originalidad e innovación artística.
El uso responsable y sostenible de materiales.
La calidad de los eventos, actividades y espectáculos navideños organizados por organismos oficiales, empresas y particulares.
Este enfoque integral convierte a los Premios CILDUN en un motor de mejora continua de la Navidad en Lanzarote.
4. Prestigio y credibilidad
Los nominados y premiados representan lo más destacado de la isla y son seleccionados por un jurado compuesto por profesionales de reconocida trayectoria y amplia experiencia en la realización, dirección y coordinación de eventos de referencia.
Este criterio profesional garantiza la seriedad, objetividad y prestigio del certamen, consolidando a los Premios CILDUN como un sello de calidad y excelencia.
5. Oportunidad para las empresas patrocinadoras
Patrocinar los Premios CILDUN supone una oportunidad estratégica para las marcas que desean:
Asociar su imagen a valores positivos como cultura, creatividad, tradición y responsabilidad social.
Obtener una alta visibilidad durante uno de los periodos de mayor impacto emocional y comercial del año.
Conectar de forma directa con la ciudadanía, el comercio local y los visitantes.
Reforzar su posicionamiento como empresa comprometida con el desarrollo de Lanzarote.
Los Premios CILDUN ofrecen un marco ideal para la proyección de marca en un entorno festivo, cercano y de gran repercusión social.
6. Conclusión
Los Premios CILDUN no solo iluminan las calles de Lanzarote durante la Navidad; también iluminan el talento, el esfuerzo colectivo y el compromiso de toda una isla.
Apostar por los Premios CILDUN es apostar por la cultura, la economía local, la cohesión social y la proyección positiva de Lanzarote. En las próximas ediciones, invitamos a formar parte de un proyecto consolidado, ilusionante y con un impacto cada vez más real en la sociedad insular.
lunes, 15 de diciembre de 2025
Pensarse, sí; decidir también
Pensarse, sí; decidir también
El artículo de Maciot Cabrera acierta al reivindicar algo escaso y necesario: la reflexión como base del progreso. Recordar el espíritu del Gabinete de Instrucción es recordar que el pensamiento colectivo fue, y debe seguir siendo, un motor de transformación en Canarias. En eso hay poco que discutir. Pensarse es imprescindible. Pero pensarse no puede convertirse en un ejercicio retórico ni en una coartada para posponer decisiones.
Porque si algo enseña la historia que se invoca es que aquellos gabinetes no se limitaron a debatir: influyeron, incomodaron, tomaron partido y empujaron cambios concretos. El pensamiento era una herramienta para actuar mejor, no un fin en sí mismo.
Arrecife, efectivamente, ha vivido demasiadas veces atrapada entre la urgencia y la improvisación. Pero también ha sufrido lo contrario: largos periodos de reflexión estéril, planes que no llegan a ejecutarse, diagnósticos repetidos hasta el cansancio mientras los problemas se agravan. Vivienda inaccesible, espacio público degradado, movilidad deficiente y desigualdades cada vez más visibles no son solo debates pendientes: son realidades diarias para miles de vecinos.
Pensar la ciudad es necesario, pero gobernarla exige algo más que pensamiento: exige prioridades claras, valentía política y capacidad de ejecución. La ciudadanía no solo pide ser escuchada; pide resultados. No basta con invocar la participación si luego las decisiones llegan tarde o se diluyen en procesos interminables.
También conviene ampliar la mirada. La reflexión colectiva no puede quedar circunscrita a círculos institucionales o culturales. Hoy el verdadero “gabinete” está en los barrios, en quienes no llegan a fin de mes, en los jóvenes que no pueden emanciparse, en quienes sienten que la ciudad se decide sin ellos. Pensar Arrecife implica incorporar esas voces de forma real, no simbólica.
El progreso con conciencia, del que habla el artículo, no se mide solo en planes bien redactados o discursos inspirados, sino en si esa conciencia se traduce en políticas que mejoren la vida cotidiana. Ahí es donde se pone a prueba la coherencia entre pensar y gobernar.
Canarias ya demostró que podía pensarse a sí misma. El reto actual es no quedarse ahí. Pensar mejor, sí. Pero también decidir, ejecutar y asumir costes. Porque una ciudad no se transforma únicamente cuando se detiene a reflexionar, sino cuando, después de hacerlo, se atreve a actuar.
Y hoy, Arrecife necesita ambas cosas. Pero, sobre todo, necesita que el pensamiento no sustituya a la responsabilidad, sino que la guíe.











